“A ese lugar llevamos dos elefantes que se les murieron y nadie explicó que les pasó”, arranca diciendo el abogado Martín Francolino. El letrado que saltó a la fama por defender a una decena de famosos en distintos casos, es un ex jugador de polo, dueño del club La Espadaña, tiene un campo donde cría yeguas, y un amor incondicional con los animales. Ese cariño fue el que lo acercó a Daniela, quien le supo transmitir su afecto hacia los elefantes. De esta forma, de manera gratuita, Francolino comenzó a representar a Juan Manuel Paccot, un veterinario que se encuentra al frente de la fundación entrerriana Tekove Mymba, que está luchando para que los cuatro elefantes que quedan en el país, sean trasladados a su santuario. Para el abogado no hay dudas que estos animales se tienen que quedar en el país porque trasladarlos, “sería casi una misión suicida”. Por este motivo presentó una denuncia ante la justicia donde no solo pide que estos elefantes no sean llevados al país vecino, sino que también le informa de “un posible delito que incluyefuga de capitales”. Textualmente le pide al juez que “investigue este acuerdo de traslado entre el zoológico de Mendoza y de la Associacao Santuario de Elefantes Brasil porque podría estar ocultando remesas dinerarias hacia el exterior y/o retiro de activos de dudosa procedencia, en franca violación a las normas cambiarias argentinas”. Para terminar, Francolino asegura. “No vamos a permitir que nuestros elefantes se sigan yendo a Brasil porque no tiene ningún sentido. Nosotros tenemos en Colón uno de los Santuarios más grandes de Sudamérica. Cuenta con 1.200 hectáreas donde se alojan muchos animales en peligro de extinción y están habilitados por Medio Ambiente de la Nación. Ellos quieren a los elefantes y no piden nada a cambio. Sin embargo las autoridades de Mendoza cerraron un acuerdo con un santuario brasileño que tiene 28 hectáreas, que pide que se les done dinero para mantenerlos, y que no tienen ni veterinarios ni gente especializada en flora y fauna. Queda claro que este lugar es una sociedad anónima a cargo de personas inexpertas que el único fin que persiguen es recaudar plata. Basta ver las fotos de la elefanta Mara, que fue llevada a ese lugar, para entender que en Brasil no reciben los cuidados adecuados”.
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